A mi hijo (Carta #8)

Mi flaquito,

Hoy te escribo con el corazón en la mano y el alma rota, recordando el doloroso suceso de ayer. No hay palabras que alcancen para expresar lo que sentí en esos momentos, cuando todo a mi alrededor parecía detenerse y solo quedaba el miedo y la desesperación.

Antes de que las sombras borren las cosas hermosas, quiero decirte que estoy muy orgulloso de ti. Te has ganado tantos aplausos por tus pequeños, grandes logros, y ver cómo has avanzado en cosas tan importantes me llena de una inmensa alegría. Pero ayer fue diferente; ayer mi corazón se aceleró como nunca antes, y no pude evitar que mil pensamientos oscuros pasaran por mi mente.

Hay pocas cosas tan desgarradoras como verte sufrir, Noah. Ver el dolor o el miedo en tus ojos, sentir que algo te lastima, me consume de una forma que nunca imaginé. Ya te lo he dicho antes: en esos momentos, daría todo lo que tengo —mi vida, mi salud— solo para verte bien, para protegerte de cualquier dolor.

Ayer le decía a tu mamá que solo hace falta un segundo, apenas un instante, para que la vida nos arrebate lo que más queremos. Ahora entiendo lo que siempre me decían tus abuelos: «Espérate a que crezca.» Ahora sé que esa frase cobra sentido en los momentos más temidos. Cada día que pasa y te veo más grande, mi preocupación aumenta, porque sé que te haces más vulnerable al mundo, a sus sorpresas, a sus peligros. Quiero enseñarte, prepararte y protegerte, porque sé que la vida, con sus buenos y malos momentos, a veces llega sin aviso.

En aquel instante, con el corazón paralizado, me sentí inútil. Te tenía en mis brazos y no sabía qué hacer. Fue tu mamá, con su instinto, quien encontró la manera de ayudarte, logrando que volvieras a respirar. Ese instante me recordó cuán frágiles somos, cuán rápido todo puede cambiar. Y aunque hacemos lo mejor que podemos, una sola distracción, un mínimo descuido, puede transformarse en una pesadilla.

No te culpo a ti, mi flaquito. No es tu culpa ni tus berrinches, eres solo un niño. Somos nosotros los que debemos ser fuertes, pacientes y protegerte de todo, aunque a veces nuestra propia fragilidad nos venza. Este momento me ha enseñado tanto, y sé que tú, con tus sonrisas y tus enojos, me sigues enseñando todos los días.

Perdona si a veces fallo en este camino difícil de ser papá, de aprender y de cuidarte. Estoy aquí para ti, con todo lo que soy, y te amo más de lo que puedo decir.

Con todo mi amor,
Papá